En todas las sociedades existe un medio por el cual intercambiar bienes. Independientemente de cómo se represente este valor, la gente siempre tiene el interés de conseguirlo en grandes cantidades. Así, su obtención legal es posible a través de cuatro métodos diferentes.
El más conocido, por la mayoría de la gente, es el empleo. Consiste en canjear tiempo y esfuerzo por un sueldo, en general fijo y estable, que suministra otro. Casi todos los adultos han pasado alguna vez por esta opción que transmite disciplina y compromiso. Pero, incluso en los mejores casos da para vivir ligeramente cómodo, sin muchos lujos.
Luego se encuentra el independiente, que incluye desde el humilde vendedor de comida rápida autónomo hasta el más sofisticado médico cirujano. Estos dependen de sus habilidades para llevar el pan a la mesa. Pueden ser muy exitosos y demostrarlo; sin embargo, de encontrarse en una situación en la que no sean capaces de trabajar, no generan ingresos.
Unos pasos más arriba encontramos el dueño de empresa, ya sea una pequeña tienda con cinco empleados o un consorcio internacional. Estos individuos, sin duda, tienen que estar presentes para guiar; aunque, debido a la sinergia de su equipo sus ingresos son notablemente mayores que el promedio y solo se ocupan de problemas graves, delegando los pequeños a otros.
Finalmente, están los inversores. Personas que usan herramientas como Finmark o se mueven en la bolsa de valores. Serían aquellos que, cuando alcanzan el éxito, pueden vivir de la manera que esperamos lo haga la gente rica. Ya que su constante educación financiera los hace entender los riesgos, enfrentarlos y ganar y además, saben recuperarse de los fracasos.
Cada quien según su personalidad y aspiraciones escogerá el método que le convenga; no obstante, es factible aprender a desarrollar cualquiera de los sistemas. Únicamente hay que estar dispuesto a formarse y volverse a levantar después de una caída.